por Andrés Figueroa Vásquez

El pasado 24 de abril fue publicada en el diario oficial La Gaceta la nueva Ley de Conservación de Vida Silvestre. Con ella se declaró ilegal y penalizada la cacería deportiva en el país.

Fue un hecho histórico, puesto que por primera vez el Congreso aprobó una ley que no fue colocada en la corriente legislativa por diputados o por el Poder Ejecutivo.

Dentro de ella se incluyen diversas sanciones. Por ejemplo, impone una de hasta ¢1,5 millones a quien cace animales silvestres, sin que medie el principio de subsistencia. Además incluye penas de hasta ¢900.000 por el tráfico de especies. Otro punto innovador fue la ampliación de su cobertura tanto a especies marinas como continentales.

No obstante lo anterior, sigue habiendo casos de maltrato animal. Recién el sábado 20 de junio, el diario local La Nación reportaba acerca de la gran cantidad de especies amenazadas por la negligencia de las personas.

Y es que la crueldad hacia estos seres es común en todas partes sin importar la prohibición. Por eso, independientemente del lugar donde vivan –en la selva o en los hogares– el maltrato es el factor común. Este se presenta en varias formas: desde la agresión directa hasta la desnutrición de las mascotas. Más allá de la forma en que se manifiesta, igual se la considera como violencia.

En cualquier caso, lo importante es tomar cartas en el asunto. El apoyo de la ciudadanía es imprescindible para detener este flagelo. Existen pequeñas acciones que todos podemos llevar a cabo para encontrar una solución a dicha problemática.

Voluntariado con grupos de rescate y refugios locales.

Aunque sea difícil de creer, usted hace una gran diferencia en el bienestar de los animales cuando se convierte en voluntario. No hace falta que dedique todo su tiempo a ello: con un par de horas al mes será suficiente. Por ejemplo, al estar en centros de acogida temporales, los perros y gatos presentan problemas de socialización. Los períodos largos sin contacto con humanos disminuyen las posibilidades de ser adoptados. De no ser por los voluntarios, sería imposible que los pequeños encuentren un hogar nuevo y apropiado.

En general también hay solicitudes de ayuda por parte de grupos de rescate. Su ayuda puede emplearse de maneras diversas. Las mascotas necesitan «guardaespaldas» o patrocinadores. Esta es una versión ideal para quienes desean invertir parte de sus ingresos en la protección natural. De nuevo, unos pocos minutos al mes pueden mejorar enormemente la calidad de vida de estos animales.

Comprométase y edúquese.

Como quedó en evidencia al principio de este artículo, la ciudadanía se ha implicado en el tema. En ese sentido, hay movimientos locales con los que uno puede involucrarse. Existen muchos motivos para contar con su apoyo y entusiasmo. Puede ayudar incluso promoviendo medidas disciplinarias más estrictas con los infractores. El punto fundamental es que enfrentar el maltrato animal es una batalla que vale la pena librar.

Ame a sus mascotas.

Al hablar de animales o mascotas deténgase un momento. ¿Cuántos programas de televisión ha visto en Animal Planet o en otros canales al respecto? ¿Cuántas personas tienen excelentes intenciones pero están desubicadas al atenderlos? Podemos ver un gran escaparate de las tragedias que enfrentan estos seres debido a la ignorancia de sus amos. Aquellos no se han informado sobre los cuidados que se requieren. Los animales tienen necesidad de afecto y amor, además de ejercicio; entre otros.

Todo lo anterior facilita la buena relación entre el hombre y la naturaleza. En ese sentido, existen empresas que han emprendido ese camino hacia el equilibrio entre ambas partes. Un caso de éxito es Portasol, que se ha avocado a la protección del medio ambiente. Sus iniciativas de responsabilidad social van más allá de la mera preservación natural. También buscan el desarrollo humano integral por medio de programas sociales y educativos. Visite el Pacífico central costarricense para que viva en primera persona esta experiencia tan especial.

 

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