por Cristóbal Ramírez
El estrés no va con Nueva Orleáns. Tampoco las hamburguesas XXL. Y no se utiliza el coche para ir a la esquina. The Big Easy, como la llaman los lugareños, tiene poco que ver con esas mega ciudades americanas enmarañadas en autopistas. Aquí se camina, se baila y se come marisco. Casi nada, ¿eh? Ubicada en el estado de Louisiana, en el llamado Deep South, acoge un centro histórico delicioso: el barrio francés, con balcones de hierro.
Muchas de las calles tienen letreros en español. ¿Perdón? Es que entre los siglos XVII y XVIII, la ciudad formó parte de España y Francia, dos países que lucharon por ella hasta que se la quedó Estados Unidos. Esa herencia europea se nota en Canal Street, una elegante avenida con fachadas que podrían estar en París. En esa calle podemos coger un tranvía que nos llevará por parques, la Universidad de Loyola y los barrios donde los niños venden limonada a la puerta de casa. Todo es apacible, a pesar de que muchos puntos de Nueva Orleans fueron destruidos en 2005 por el huracán Katrina. La jarana hay que buscarla en el entorno de la blanca catedral de St. Louis y el Cabildo (ambos de la época española). Hora de sentarse en el Café du Monde, que sirven riquísimos beignets, una especie de buñuelos de ascendencia francesa. Afine el oído: seguro que más lejos o más cerca escucha música. Las calles están llenas de saxofonistas y chicos que bailan con latas en los pies a la manera de Nueva Orleans. No es extraño en una ciudad que se desvive por sus ritmos autóctonos: el jazz y el blues que encontró su caldo de cultivo a finales del siglo XIX entre la población negra venida de África. Uno de los héroes locales es el gran Louis Armstrong. Se pueden revivir sus ecos en locales nocturnos como el Fritzel’s.
Velas, muñecos con agujas, bebidas para las maldiciones. Igual le da yuyu, pero hay que entrar en algunas de las muchas tiendas de vudú, un arte también venido de África. Habrá que visitar sí o sí el mítico río Misisipi, inmortalizado en la música de Johnny Cash o las novelas de Faulkner. Se puede cruzar en un ferry gratuito desde el embarcadero de Plaza de España (llamada así oficialmente).
Para comer y cenar tendremos que elegir restaurantes de comida tradicional, también llamada cajun, como el Acme Oyster Bar. Pida pescado frito, jambalaya (una especie de paella con marisco) y gumbo (arroz caldoso con crustáceos). Querrá repetir, pero en la calle espera el jaleo: jovencitas (turistas) que enseñan sus pechos a cambio de que quien mira le regale un collar de los que venden a granel en las tiendas. Es una tradición, por rara que parezca, y alcanza su apogeo durante el Mardi Gras, el carnaval que se celebra la víspera del miércoles de ceniza. De todas formas, cualquier día hay farra, locura, cachondeo, pecado. Bienvenidos a la perdición.
Datos útiles:
- Como siempre cuando se viaja a Estados Unidos, previamente hay que rellenar un cuestionario online para acceder sin problemas como turista al país.
- Situada al sur de los Estados Unidos, en Nueva Orleans no hace mucho frío en invierno. Los veranos sí pueden ser calurosos.
- Las propinas son voluntarias, pero es costumbre dejar entre un 15 y un 20% de la consumición.
- La moneda es el dólar.
- Iberia vuela todos los días a Nueva Orleáns, con escala en Chicago. Para más información y reserva de estos vuelos: www.iberia.com
Foto | Brenda Anderson
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