Una red de montañas, parques naturales, balnearios y pueblos medievales se ha tejido a lo largo de los siglos en el centro de Europa. Y sin embargo no es nada conocida. ¿Y eso? El turismo aún no ha puesto sus ojos en Eslovaquia, un país diminuto que se separó de la República Checa en 1993. Hay que empezar por su capital, Bratislava, que es como una oda a los pequeños detalles.
Cercana a Viena, Praga y Budapest y eclipsada por la grandeza monumental de esas tres ciudades construidas para dejar en estado de shock al turista, Bratislava emociona sin necesidad de florituras ornamentales. No hay palacios ni edificios ampulosos, así que lo mejor es dejarse llevar y caminar por sus calles empedradas que se cruzan con callejuelas para desembocar en placitas donde los eslovacos pasan la vida. Las fachadas pueden resultar sobrias y grises pero hay que agudizar la vista para ver más allá y descubrir la belleza no sospechada en un primer escaneo.
Suenan violines. La calle principal es Michalska y lleva hasta la torre Michael, cuyo arco es la única entrada medieval que se conserva. Indica la distancia a las principales ciudades del mundo: Madrid, 1865 kilómetros. La catedral de San Martín tiene un aspecto de iglesia, pero dentro esperan criptas y pasadizos que pondrán los pelos de punta.
Hay que ver el Teatro Nacional, la Plaza de Armas con el antiguo ayuntamiento de la ciudad y el castillo, del siglo XV, al que se sube por un camino empedrado. Puede que cuando llegue, le falte el aire, así que siéntese tranquilamente a mirar el Danubio. ¿El Danubio? Efectivamente, el gran río europeo pasa por esta ciudad que aún conserva sus viejos tranvías y se muestra charlatana en sus numerosísimas terrazas. El puente Novy, de 1972, tiene un mirador con restaurante a 80 metros de altura. Se ve el río, la ciudad antigua y los montes. Baje al agua y plántese unos patines para recorrerlo. Cerca del centro se encuentra el Parque Horský, que en realidad es un bosque. ¿Apetece un picnic?
Para merendolas, las que uno se puede pegar en sus parques naturales. Eslovaquia es eminentemente montañosa y la naturaleza es su principal atractivo. El Slovenski Raj (literalmente, paraíso eslovaco) es el parque nacional más popular y en él se encuentra la cueva glacial Dobsinska. Los Cárpatos ocupan todo el norte y los montes Tatras son los más altos. El oeste del país es famoso por sus vinos y sus balnearios. Pièstany es la ciudad más famosa para meterse a remojo.
La parte oriental se caracteriza por sus ciudades medievales, sus castillos inexpugnables y sus iglesias de madera. Ejemplo, Bardejov, cerca de Bardejovs ké Kupelé, otro balneario antiguo y famoso que frecuentaba la emperatriz Sisí. Hemos dejado para el final la cocina, que le dejará traspuesto: racianska specialita (carne de ternera y cerdo envuelta en un panqueque de patata) y bryndzova halusky (ñoquis de queso de oveja y panceta). Y no hablemos ya de la carne de caza aderezada con frutos del bosque o la sopa de ajo. Uno no puede dejar de preguntarse: ¿y por qué no conocía Eslovaquia? Misterioso el negocio turístico.
Datos útiles:
- Bratislava tiene 426.000 habitantes, así que resulta muy abarcable. El centro se puede recorrer a pie.
- Los veranos eslovacos son relativamente cálidos y los inviernos, fríos, nublados y húmedos.
- La moneda es el euro.
- Iberia ofrece vuelos directos a Viena, Praga y Budapest, 3 localidades cercanas, para luego llevar a Eslovaquia en coche de alquiler. Para conseguir los vuelos más baratos, entre en www.iberia.com, y marque la opción “soy flexible en fechas.
- Desde el mismo aeorpuerto de Viena salen autobuses regulares a Bratislava, en un trayecto de apenas una hora.
Foto | theodevil
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