Copenhague: Cómo ser un neo-vikingo

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por Cristóbal Ramirez

Siempre van en bici. Para pasear, ir al trabajo o hacer la compra. Y siempre irán aunque llueva, nieve, relampaguee o el sol se desinfle. Los habitantes de Copenhague están muy concienciados con el medio ambiente y con la salud de su bolsillo (pedalear es gratis). Siendo turista, en cambio, merece la pena echar a caminar. Punto de partida: la Plaza del Ayuntamiento, un característico edificio rojo con una torre y un reloj. Si se atreve a subir los 298 escalones podrá ver la ciudad ajetreada y el cielo (gris, por lo general) que la empuja. De ahí parte Strogetla calle peatonal más larga de Europa, así que prepárese para ver escaparates, tomar cafés, comer y entrar y salir de una tienda y otra. Como estamos en Dinamarca, un país famoso por su diseño industrial, vale la pena llevarse alguna lámpara u objeto de decoración. La regla estética danesa es simplicidad, funcionalidad y creatividad. Si si está especialmente interesado en este arte, puede acudir al Danish Design Center. Y luego, correr al Royal Café a tomar sándwiches vanguardistas. ¿Se siente ya danés?

Todo está impecable. Y más los tres palacios reales de la ciudad: Christianborg (un palacio de manual), Amalienborg (la residencia oficial de la monarquía danesa, con su cambio de guardia y todo) y Rosenborg (con unos jardines para quedarse todo el día). Pronto llegará el espectáculo de canales, fachadas de colores y puentes del pasado. Nyhavn es el puerto nuevo y allí se puede tomar un barco. Objetivo: admirar los saltos históricos de Copenhague. Sentados y con el fresco del agua, veremos edificios antiguos, pero también futuristas, como el de la Ópera. Quien quiera meterse de lleno en la modernidad, está en una ciudad apropiada. Norebro era un antiguo barrio obrero y hoy se ha convertido en el SoHo de la urbe. Jóvenes que van a la última, que leen revistas de diseño en los cafés o que van y vienen con pinta de estresados. La Plaza Sankt Hans Torv es el epicentro. Uno puede zamparse un brunch, comprar ropa cool o tomarse un cóctel.

La estética opuesta se encuentra en Christiania, un barrio parcialmente autogobernado desde la década de 1970. En él vive una comuna de hippies que no se consideran ni daneses ni europeos ni nada. El barrio, lleno de graffitis, tiene puestos de comida rápida baratísima y bastante rica. Habrá quien quiera más categoría: Noma es el restaurante de moda, con dos estrellas Michelin. Falta la foto con la sirenita, la estatua del personaje del famoso cuento de Hans Christian Andersen. Si quiere sonreír o si viaja con niños, pague la entrada del Tivoli, uno de los parques de atracciones más antiguos de Europa. Abierto en 1843, posee un encanto histórico. ¿Es usted fan de la cerveza? Pues no se pierda la fábrica de Carlsberg, en el barrio de Frederiksberg. Su edificio es del siglo XIX y tiene dos elefantes gigantes a la entrada. Dentro, birra fresca y un museo dedicado a esta marca, orgullo nacional. Ahora seguro que sí quiere ser danés. ¿O vikingo?


Datos útiles:

  • Copenhague es una capital manejable: tiene algo más de 500.000 habitantes sin contar sus barrios periféricos.
  • La moneda es la corona danesa. En algunos locales se aceptan euros, pero el cambio será en coronas.
  • La mejor época para viajar es el verano, con 23 grados de media. Los inviernos son muy fríos y nieva bastante.
  • Iberia ofrece un vuelo directo al día a Copenhague desde Madrid, y también cómodas conexiones para volar desde el resto de los destinos de su red. Para más información y reserva de estos vuelos, www.iberia.com



Foto | Sachmanns.dk

[Este post apareció originalmente en nuestro blog MeGustaVolar.com]


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