por Cristóbal Ramírez
Tiene fama de gris, aburrida, sin alma, burocrática… No haga caso de los tópicos, porque Bruselas puede resultar en principio todo eso, pero a nada que uno rasca descubre su esencia.Lo que define a la capital europea, sede del parlamento de todo un continente, es su condición de cruce de caminos. Está llena de gente de cualquier procedencia que se echa a la calle después de las largas jornadas laborales. Un chocolate, un café, una cerveza, una cena… Y así se van encadenando encuentros con conocidos y extraños. Bruselas es cosmopolita y acogedora. Y con rincones históricos para recrear la vista.
El más famoso es la Grand Place, de la que sus habitantes se sienten orgullosísimos. Lo entenderá en cuanto la vea: bellos edificios de diferentes estilos, entre ellos gótico y barroco, para disparar fotos. El ayuntamiento es la fachada más importante de esta plaza, declarada Patrimonio de la Humanidad, y que fue históricamente un mercado de artesanos. Aquí podrá degustar un emblema gastronómico: el típico plato de mejillones con patatas. Después de llenar el estómago, otra vueltecita. Alrededor de la Grand Place nos topamos con encantadoras tiendecitas donde probar el riquísimo chocolate belga.
Y de repente, surge de la nada el famosísimo Manneken Pis, esa divertida estatuilla de un niño orinando. La escultura representa bien el carácter desenfadado de Bruselas. Entre callejón y callejón, uno descubre las Galerías Saint-Hubert, donde poder comprar libros, música y ropa o tomarse un café. Cuando camine por el centro, no deje de observar los edificios, porque descubrirá más de una sorpresa art-decó (concretamente, más de 300) de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando la burguesía de la ciudad decidió abrazar este movimiento. Nos asombrarán el Palacio Real, el Teatro Real de la Moneda y el Palacio de Justicia, además de las dos torres de la catedral de San Miguel y Gúdula, gótica a más no poder y construida entre los siglos XIII y XV.
Seguro que le apetece tumbarse y descansar las piernas. La mejor opción en la capital belga es el Parque del Cincuentenario, con su gran arco del triunfo que sostiene una cuadrilla de bronce. Por cierto, que hay muchos que le encuentran un aire a la Puerta de Brandemburgo de Berlín.En la parte alta de la ciudad se encuentran los museos, como el de Bellas Artes, con obras de Rubens, Bruegel y Van Dyck. Imposible resistirse a conocer un poco más a uno de los belgas más famosos: Tintín, el intrépido reportero creado por Hergé. Lo podrá hacer en el museo dedicado a su figura. Y hacia el norte, un icono: el Atomium, esa estructura de esferas de hierro que representa un átomo, por donde se puede subir, bajar y visitar exposiciones. A media tarde tendrá que recorrer la Calle de la Ley, eje del barrio donde se ubica el Parlamento Europeo y caminan sus estresados trabajadores, que sortean a los turistas. Luego, cuando ya sea de noche, mézclese con ellos bebiendo cerveza en cualquier pub. Lo más probable es que haga algún amigo.
Datos útiles:
- La región de Bruselas capital tiene algo más de un millón de habitantes.
- Los inviernos no suelen ser demasiado fríos, en contra de lo que se pueda pensar en un principio. La media es de 3 grados. Los veranos no superan los 30.
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Foto | darkrigel
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