Hay quien lo llama el Disneyland para modernos. En la capital de Alemania parece que todo el mundo tiene cierto aire hipster, trendy, sabe hacer algo que se sale de lo normal o se gana la vida con un curro de lo más interesante. Son las sensaciones de una ciudad con una cultura urbana alternativa, con un ritmo trepidante y enérgico, que se mueve en bici, que toma salchichas en las calles, que acude a una obra de teatro en una nave industrial o se tuesta al sol veraniego en la orilla del Spree. Bien por el carácter hedonista de una urbe que es campeona de la Historia y que en el siglo XX asistió al horror del holocausto, la destrucción provocada por la II Guerra Mundial y la posterior división de su territorio en una parte comunista y otra capitalista. Ahora Berlín vive su momento.
Y lo mejor: no es nada cara. Hay que madrugar para no esperar colas y acceder a la cúpula del Reichstad. Desde la enorme bóveda de cristal se puede ver Berlín tumbada y viviendo. El edificio es de 1894, pero Norman Foster fundió la piedra antigua con el cristal contemporáneo. Luego, uno de los mayores iconos: la Puerta de Brandenburgo, que simbolizó la división de la capital alemana durante la Guerra Fría. Hacia el sur, una propuesta impactante: el monumento al holocausto, una red de 2711 bloques de hormigón de distintas alturas que simulan un cementerio.
Después de sentirnos elegantes por el bulevar Unter Den Linden, hay que admirar el trío arquitectónico formado por la catedral francesa, la alemana y la Konzerthaus Berlin. La Alexanderplatz (Alex, para los berlineses) es un bullicio constante, con sus altos edificios, el ayuntamiento y la torre de telecomunicaciones. Si no le duele revivir el pasado más sangriento de Europa, cerca queda el Alter Jüdischer Friedhof, el primer cementerio judío de Berlín. Y para las compras, el barrio de Mitte, donde esperan los Hackesche Höfe, un conjunto de edificios con patios y tiendas con encanto. Y si quiere sentirse más alternativo, corra al barrio de Kreuzberg, con su colorista mercado turco, sus cafés bohemios y sus pubs con dj sessions.
Si se cansa de caminar y caminar, túmbese a la bartola en el Tiergarten, el pulmón verde de Berlín, un antiguo coto de caza enorme con un lago que se llena de gente en traje de baño en cuanto salen dos rayos de sol (no olvidar esto: al berlinés pocas cosas le dan vergüenza). Ambiente de película futurista en Postdamer Platz, con un muestrario sorprendente de arquitectura contemporánea de vanguardia. En una de esas construcciones, el Sony Center, está el Museo del Cine, que rinde un homenaje especial a la gran Marlene Dietrich. Y luego también están la maravillosa Isla de los Museos. Queda tanto que es difícil resumirlo: en el barrio de Prenzlauer Berg hay que callejear y contagiarse de sus aires vintage, en Mauerpark hay que contemplar los restos del muro y en Oratonienburger Strasse hay que entrar y salir de las modernas galerías de arte, los edificios con patio, los cafés culturetas y el Kunsthaus Tacheles, un centro okupa muy activo. Si le sobran días, explore la ciudad y descubrirá por sorpresa salas de cine de arte y ensayo, clubes en azoteas, restaurantes vegetarianos extravagantes y cantinas de filetes a la parrilla.
(Nota: este post no se responsabiliza de que quiera dejar su vida y convertirse en berlinés.)
Datos útiles:
- Berlín tiene más de 3 millones de habitantes.
- El clima de la ciudad es duro en invierno, pero soleado en verano, de ahí que los meses de julio y agosto conforme una de las mejores épocas para visitar la ciudad.
- La moneda es el euro.
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De MeGustaVolar.com
Foto | dimhap
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